Una notita en las bolsas de basura puede evitar que cientos de kilos de basura se desparramen por las calles porteñas, una hucha para pilas usadas en la portería del edificio reduciría la contaminación de los mares y un pequeño regalo al dueño que recoge la caca de su perro podría ser más efectiva que una multa.
Son algunas de las iniciativas cívicas que circulan estos días por cadenas de correos electrónicos y por el más tradicional boca a boca.
LA NACION contactó a cinco porteños que resolvieron aportar su granito de arena para solucionar cotidianos pero engorrosos problemas.
No se trata de ONG ni de grandes asociaciones, sino de cinco ciudadanos que han emprendido, cada uno por su cuenta, acciones individuales que redundan en beneficio de todos.
En esta bolsa hay papel, en esta otra, plástico...
La peor tarjeta de presentación que Buenos Aires entrega a los visitantes son sus calles céntricas convertidas en un vertedero. Lo saben bien los residentes en el turístico barrio de San Telmo, que contemplan con desaliento cómo los cartoneros rasgan las bolsas de basura y esparcen los residuos por las veredas.
Carolina López emprendió una campaña para que sus vecinos clasificaran la basura e informaran con un cartelito de qué residuo se trata.
López comprobó que no todos rastreaban la basura con el mismo fin: "Algunos sólo buscan restos de comida aprovechables. Están los que necesitan objetos reciclables y no están interesados para nada en los residuos orgánicos". La separación que funciona en la calle de López y que sus vecinos han comenzado a imitar distingue entre papel, plástico, vidrio y comida.
La idea se la sugirió un cartonero, según relata López: "Le pregunté de qué manera podía ayudarlo para que dejara de inspeccionar mi basura y me convenció de la utilidad del sistema de cartelitos. Me explicó que, aunque el primer día desconfiaría del cartelito, el segundo no se molestaría en abrir una bolsa que sabía que no contenía lo que buscaba".
Los comerciantes de su calle ya difunden la medida con avisos en la puerta de los locales. "Para mi sorpresa, días más tarde encontré enfrente de mi casa otra bolsa con un papelito escrito. Me emocionó y me dio un empujón para seguir esta cruzada con la pequeña esperanza de que algo cambie para bien", contó López.
El contenedor de pilas usadas del vecino del séptimo
Para los vecinos del edificio de Carlos Calvo 2911 es más fácil contribuir al reciclaje de pilas usadas, pues cuentan con un centro de recolección en su propio consorcio. Lo instaló Diego Sachella en la puerta de su casa y consiste en un artefacto tan sencillo como una maceta vacía.
Las pilas usadas son un potente foco contaminante. Cuando en el hogar no se separan del resto de la basura, acaban en vertederos al aire libre y la lluvia arrastra sus componentes dañinos -mercurio y cadmio- a los cursos de agua. Una pila común contamina 3000 litros de agua; una alcalina, 175.000 l, y una tipo botón, 600.000 l.
Algunas ONG como Ecovolta realizan una encomiable labor de reciclaje de pilas usadas. Con sus limitados recursos han dispuesto cuatro centros de recolección en diversos puntos de la ciudad. El propósito de Sachella es que lo imiten los 70 departamentos de su edificio.
"Los cuatro contenedores de recolección de la ONG Ecovolta en Buenos Aires se hallan dentro de los siguientes negocios: Bulonera Ansaldi en avenida Rivadavia 399; el quiosco de diarios de Belgrano, entre Luis S. Peña y San José; Daikusi Pilas, en José María Moreno 777, y OHM electrónica, en Paraná 119.
Un regalo y mil gracias por recoger la caca de su perro
Si las multas no sirven para que los dueños recojan las heces de sus perros, quizás sea más efectiva la estrategia opuesta: recompensar a aquéllos que sí lo hacen. Es la propuesta de Lina Acuña y de los participantes del proyecto Ecocuadra que, hartos de que los canes plantaran estos feos y pestilentes despojos en su calle, han decidido obsequiar a los que espontáneamente retiren los excrementos de su mascota.
El gobierno de la ciudad alega que es imposible estar detrás de todos y que los 15 inspectores de la Dirección General de Limpieza concentran sus esfuerzos en controlar a los paseadores de perros. En los primeros seis meses del año se labraron 81 multas por no recoger los excrementos caninos.
Acuña y sus vecinos sufren más que otros por esto que convierte el tramo de su calle: Estados Unidos, entre Piedras y Perú, en un baño público para perros, precisamente porque la vereda es más ancha que la de otras vías adyacentes y permite más espacio para el paseo, lo que transforma el lugar en un campo minado.
"Hay puntos del barrio por los que hay que andar con sumo cuidado para no pisarlas, pero éste es sin duda el punto más crítico", indica Acuña.
Un día al año los miembros de Ecocuadra se organizan para obsequiar a los dueños de perro con un comportamiento más cívico.
"Recopilamos pequeños objetos de nuestras casas, como agendas, álbumes de fotos y sólo se las regalamos después de que recojan espontáneamente las cacas", relata Acuña.
Adiós a las bolsas de plástico
El último caballo de batalla ecologista son las bolsas de plástico para hacer las compras. Comercios porteños como el restaurant Bio (Humboldt 2199), en Palermo Hollywood, sustituyeron las tradicionales bolsas de plástico por otras de algodón natural, más respetuosas con el ambiente, ya que están fabricadas con materiales biodegradables.
Bio comenzó a usar hace tres semanas bolsas de algodón natural para su delivery. Claudia Carrara y María Leresma, gerentas del local, saben que el impacto global no dejará de ser reducido, pero su propósito es generar actitudes positivas.
"Las cosas pueden cambiar si nos unimos. La filosofía que nos mueve es «sea usted mismo el cambio que quiere ver en el mundo»", explica Carrara al citar palabras de Gandhi.
La estrategia seguida para reducir el uso del plástico son diversas. Algunos países optaron por un impuesto ecológico, como Irlanda, que grava con 0,22 euros (1 peso) cada bolsa de plástico usada en supermercados.
Otra alternativa es su venta, como hace Día, en la Argentina, o las grandes cadenas de supermercados de Reino Unido o Alemania.
La prohibición es la vía adoptada por China desde el pasado 1° de junio y que actualmente estudian otros gobiernos europeos como el de Cataluña en España.
La idea de las dueñas de Bio surgió junto con la Cooperativa La Juanita, que ocupa a desempleados en su taller textil de Matanza. "Queremos llegar a más comercios y supermercados, porque una bolsa menos es más calidad de vida", declara Silvia Flores, presidenta de la cooperativa. El teléfono de La Juanita es el 4698-0147.
La máquina que devolvió el color a la plaza Dorrego
Las baldosas de la plaza Dorrego vuelven a lucir su color original desde hace tres meses, cuando comenzaron a limpiarlas con una hidrolavadora. Ese sector de Buenos Aires sufre cada fin de semana el trasiego de miles de turistas que acuden al mercado artesanal.
Pablo Ortiz, presidente de la asociación de amigos y comerciantes de la plaza aportó su propio dinero para comprar la hidrolavadora, que costó 2200 pesos y sustituyó así a las rudimentarias escobas, insuficientes para hacer frente a la capa de mugre que cubría la solería.
La plaza Dorrego no figura entre los espacios de obligada limpieza para la concesionaria Cliba, ya que un convenio de 1996 descargaba esta responsabilidad en la asociación. Ortiz y el Gobierno renegocian las condiciones del contrato, ya que las circunstancias han cambiado.
"La situación es insostenible. Hay más de doscientos artesanos sin licencia que se instalan aquí cada fin de semana y hay que hacer reformas continuamente", se queja Ortiz.
La asociación, que también promueve actividades culturales, como espectáculos de flamenco o tango, renueva la pintura del mobiliario urbano y mantiene el arbolado.
Fernando Peinado
lunes, 28 de julio de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario